sábado, 8 de marzo de 2014

ANFITEATRO ROMANO

El pasado jueves, 6 de marzo, el arqueólogo Pedro Dámaso Sánchez Barrero impartió a los voluntarios eméritos una  charla sobre el Anfiteatro Romano de Mérida.


El anfiteatro fue el segundo edificio de espectáculos construido en Mérida, tras el teatro. Por las inscripciones halladas en la tribuna, sabemos que se inauguró en el año 8 a.C. Su abandono se produjo a finales del siglo IV d.C. o inicios de V, por influencia del cristianismo. Durante siglos fue confundido con una naumaquia.

 El anfiteatro en un grabado de Laborde (principios del siglo XIX)
 
 Fotografía del anfiteatro antes de la excavación (1913)

A partir de 1919 fue excavado bajo dirección de los arqueólogos José Ramón Mélida y Maximiliano Macías. La restauración de las tribunas y del graderío, al igual que el frente de escena y parte de la cavea del teatro, fue dirigida en las decadas de los sesenta y setenta del pasado siglo por el arquitecto José Menéndez Pidal.




En la construccion de este edificio también se aprovechó la ladera del cerro de San Albín. Su graderío estaba dividido en tres sectores: ima, media y summa cavea, aunque de ésta apenas se conservan restos. Su capacidad era de 15.000 espectadores.

La arena, de forma elíptica, mide 54 x 41 m. Quedaba separada del graderío mediante un alto muro que estaba recubierto de mármol y rematado con una cornisa. A esta zona se corresponden los restos de pinturas murales que se pueden contemplar en el Museo Nacional de Arte Romano. 

 
En la arena se sitúa un foso cruciforme que se utilizaba para almacenar jaulas de fiera y para tramoya de los espectáculos, estando cubierto por una tarima de madera. 

Recientemente, el Consorcio, gracias al apoyo de los Mecenas, ha cubierto con tarimas los laterales del foso, cubriéndose el lado sur con arena para posibilitar la celebración de espectáculos.

La fachada disponía de 16 puertas y diversas galerías de acceso a las distintas partes del graderío. El interior estaba decorado con inscripciones sobre la tribuna y pinturas en el podio. Dos tribunas se situaban en las primeras gradas del eje menor del edificio: la del oeste, destinada a las autoridades; y la del este, destinada a quien patrocinaba los juegos. 


 
En la arena existen dos grandes puertas de acceso por donde entraban los gladiadores. Junto a ellas, 
se sitúan pequeñas estancias que podían estar destinadas a las fieras o al culto a la diosa Némesis.



En el anfiteatro se celebraban combates de gladiadores que, reclutados entre prisioneros de guerra, esclavos, condenados o incluso hombres libres, eran preparados en escuelas especializadas y recibían distintos nombres en función de las armas y vestimenta que utilizaban (mirmillón, tracio, reciario, perseguidor, etc.). También se celebraban venationes, espectáculos en los que intervenían fieras salvajes.


Texto y fotografías: Archivo CCMM

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