jueves, 24 de abril de 2014

LA ESCUELA ADOPTA UN MONUMENTO: LAS PIEDRAS NOS CUENTAN HISTORIAS HUMANAS

Palabras pronunciadas en el acto de clausura del programa La Escuela por María Teresa Blanca Cerrajero (Mamá del CEIP Dión Casio), en nombre de los padres de alumnos.

El mundo está lleno de cosas, cosas viejas y cosas nuevas. El mundo está habitado por millones de personas (niños, jóvenes…ancianos).
En el mundo en que vivimos nos gusta lo nuevo, lo joven. La juventud es sinónimo de belleza y a ella asociamos todos los valores que nos parecen buenos.

En el mundo en que vivimos todo pasa rápidamente de moda, el valor de las cosas casi se ha reducido a la nada, vuestra tablet, vuestro móvil, vuestro ordenador serán pronto cosas obsoletas. Este año me pongo pantalones de campana, pero el año que viene necesitaré unos de pitillo.

En este mundo de cosas superfluas y pasajeras existen ciudades como la nuestra, donde a cada paso que damos encontramos piedras, piedras muy viejas. La sombra de estas piedras nos acompaña en nuestra vida cotidiana: al hacer la compra, al ir a la farmacia, al entrar en la biblioteca, jugando en el parque…estas piedras nos cuentan historias humanas y nos hablan del pasado, del presente y del futuro.

Ahora estamos sentados en un lugar maravilloso, este es el teatro que construyeron nuestros antepasados, aquí muchos hombres y mujeres antes que nosotros rieron y lloraron.

Los arqueólogos y arquitectos, los expertos en bellas artes y  los historiadores nos hablan de su valor histórico y arquitectónico, de belleza y proporciones, y nos cuentan a través de ellos las gestas de un imperio en el que asientan nuestras raíces. Pero yo no soy arqueóloga, ni historiadora, ni experta en bellas artes, yo soy enfermera, pero tampoco estoy aquí por eso, estoy aquí porque soy madre.


A mí lo que me gusta es dejar volar la imaginación. Me gusta que mis hijos imaginen que cada una de estas piedras fue colocada por un ser humano, que el día en que la colocó estaba alegre, o tal vez triste, cansado, enfermo o tal vez lleno de energía y entusiasmo. Era padre, hijo, hermano, amigo…un ser humano al que le preocupaban su familia, su futuro, cómo salir adelante cada día…un ser humano afanado en las cosas cotidianas que siguen preocupándonos en nuestros días.

Imaginad el número de piedras del monumento que habéis apadrinado, pensad en todos los monumentos de nuestra ciudad y multiplicad el número de piedras por las manos de los hombres y mujeres que las colocaron. Tratad de imaginar a uno de ellos, ponedle un nombre (Agrippa, Lupus, Marcellus, Celsa, Catilina) y unas circunstancias, entonces comprenderéis que cada piedra lleva el anhelo de un ser humano, un poco de su alma.
Ahora imaginad el foro de nuestra ciudad, la actividad que pululaba alrededor de nuestros monumentos, las conversaciones, el ajetreo, madres, políticos, comerciantes, hombres libres, esclavos, niños…cada uno de ellos con su historia. Me gusta pensar que nuestras piedras guardan un poco del eco de aquella actividad.


Somos humanos, respetemos todo lo humano, nuestras obras  presentes, nuestro mundo hoy. Respetemos también cada piedra de nuestro patrimonio, el pasado desde ellas nos susurra qué podemos hacer mejor de lo que se hizo y también qué estamos haciendo peor que nuestros antepasados. Busquemos en cada piedra a los seres humanos que las colocaron y dejemos que nos cuenten cómo fue su mundo, dejemos que nos enseñen sus lecciones.

Me parece que los emeritenses desconocemos profundamente nuestra ciudad .Enseñemos  a nuestros hijos el orgullo de haber nacido o haber sido acogidos por una tierra como la nuestra. Enseñemos a nuestros hijos qué significa que sea patrimonio de todos los hombres y la responsabilidad que esto conlleva, tenemos la obligación de conocer y cuidar nuestra ciudad porque no es sólo nuestra sino patrimonio de toda la humanidad.

A las personas que hacéis esto posible os pido que impliquéis también a las familias,  si los padres conocemos el valor de nuestro pasado sabremos transmitírselo a nuestros hijos.

Enseñemos a nuestros hijos a disfrutar de esta ciudad porque es hermosa, uno de los mejores sitios para vivir.

Al pasear y  pisar estas calles colocadas sobre pisadas y calles mucho más antiguas, dejamos la huella que dentro de muchos años cubrirán otras huellas y nuevas calles. Respetemos las huellas del pasado, dejemos nosotros la mejor huella posible y el futuro será mucho mejor.

Para terminar querría resumir todo esto en una sencilla idea: la vida de todo ser humano no surge de la nada ni acaba sin dejar un pequeño rastro. Nuestra vida es un continuo que se nutre de lo que recibió de nuestros ancestros y que a su vez dejará los cimientos para nuevas vidas. Al abrazar nuestro patrimonio no sólo abrazamos historia, arte o cultura, abrazamos a los seres humanos que en ellos laten y que hicieron posible que hoy estemos aquí.

Sigamos abrazando y apadrinando nuestro patrimonio, más monumentos cada vez, conozcámoslos todos y amémoslos.
Sigamos abrazando y apadrinando nuestro patrimonio no solo desde la escuela y las instituciones, sino también desde cada familia.

Agradecemos a María Teresa Blanco su colaboración.

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