lunes, 3 de marzo de 2014

REFLEXIONES EN TORNO A UN CUADRO DE LA NIÑA SANTA, Pedro Pablo Serrano

     Cuando llegó a mis manos la fotografía del cuadro de JOHN WILLIAM WATERHOUSE, que se exhibe en la TATE GALLERY de Londres, confieso que sentí una gran curiosidad y expectación.
  
     Su título era escueto: "SANTA EULALIA".

Saint Eulalia, John William Waterhouse, c.1885 - Tate Gallery

     Si verdaderamente no hay más Santa Eulalia que la de Mérida, y la que se venera en Barcelona no es más que una versión literaria de la misma (a pesar incluso que tenga su propia fecha en el santoral, la de Barcelona el 12 de febrero) tenía ante mis ojos una representación bastante desconocida, al menos para los no estudiosos de nuestra niña mártir.

     Por ello observe la escena con atención, y de su análisis me surgieron preguntas, como es natural, sin respuesta cierta.

    En primerísimo plano, sobre un amplio espacio de grandes losas de piedra cubiertas de nieve, estaba el cuerpo tendido boca arriba de la niña, el torso y los brazos desnudos, breves los senos, como corresponde a su edad, una gran cabellera de pelo castaño oscuro, desparramada por la nieve, en la muñeca derecha, restos de una atadura de áspera cuerda, y el brazo izquierdo doblado hacia arriba y apoyado en la melena. 


     Los pies descalzos y la ropa color rojo ocre que la medio cubre, con alguna nieve, dando idea de tristeza, quietud y muerte.

     La cara es de mentón fino, y nariz algo alargada, los ojos se adivinan oscuros a tono con el cabello, tez morana y boca de finos labios.

     Al lado derecho, a la altura de los pies, el ecúleo del tormento, formado por un recio madero en forma de cruz, firmemente sujeto por cuerdas a uno de los pontones de la plaza, muchas palomas a su alrededor, con una tranquilidad que acentúan aún mas la sensación de muerte en el joven cuerpo.


   En el acceso al espacio citado, una escalera de pocos escalones, hay un grupo humano dimensionando el resto y dos soldados romanos con lanza, impiden la aproximación al cuerpo tendido y otras personas, entre ellas niños, se mantienen a distancia prudencial.



    A partir de ahí, todo son especulaciones promovidas por los sentimientos: ¿Cómo sería ciertamente su cara y su figura?.

    Trinidad Nogales en un precioso artículo sobre el mosaico de la Basílica de San Apolinar de Rávena, construida allá por el año 519, reconoce en la figura que señalan como a Santa Eulalia, no corresponde sino a una representación idealizada, o un estereotipo de imágenes que no encarnan fielmente a nadie.


    Por ello, todo cabe, repetimos sobre su cuerpo y rostro. Jesús Ferrero, premio internacional de novela "Plaza y Janés", que inauguró nuestra Feria del Libro el año 1991, escribió artículos sobre nuestra ciudad en el diario "El Pais", donde nos hace una descripción emocionante en su bellísima poesía "Balada de fiebre y nieve para una Antigona nacida en la ciudad de la piedra y el agua", en la que la ve y la idealiza: "Tenía los labios rojos y ardientes, la boca leve y sensual, muchacha de ojos grises."

      En el Himno a Santa Eulalia del jesuita Demetrio María de Marañón dice: "El velo preciosísimo de sus cabellos de oro se quemo", y como cada uno tiene emociones varias, Pilar Fernández, de pluma elegante, escribe poéticamente: "Ella tenía sólo trece años cuando murió, su cabello no podía ser tan largo y oscuro, sino corto y claro, no llevaba una palma en la mano, eran sus alas, unas alas enormes..." y yo la imagino frágil, menuda, irritántemente frágil y menuda para el tirano, por su fortaleza de espíritu, rostro de ovalo suave y tez morana de hermosos ojos color miel y pelo oscuro de media melena. Cada emeritense posee su propia imagen, más o menos influenciados por la representación tradicional.

      El pintor sitúa la ejecución en una plaza pública, presumiblemente el foro, pero los estudiosos no están plenamente de acuerdo en este hecho. José Luis de la Barrera distingue dos escenas perfectamente diferenciadas, o más bien tres, una el juicio, otra el tormento y, por último, la ejecución.



     Cuando analiza los textos del poeta Prudencio, escritos un siglo más tarde del suceso, confía en el gran conocimiento que el poeta tenía de las leyes y de los procesos romanos pues no en vano era abogado y desempeño cargos públicos importantes. Según De la Barrera, el juicio y martirio debieron realizarse en el foro de la ciudad, por tratarse del área pública más representativa: "Ahora bien, el lugar donde se hizo cumplir la sentencia sigue siendo una incógnita de no fácil resolución. En todo caso, la aplicación de la pena máxima debió de ser extramuros. La ejecución de la Mártir hubo de realizarse pública, al igual que la vista ante el tribunal que la juzgó, y se supone que en las proximidades de la actual iglesia". Considera que debió ser así, pues el morbo de las ejecuciones era tan enorme que ocasionaba tales aglomeraciones de personal "que se veían en ocasiones impotentes para contener las avalanchas", por eso, continúa, "nos afirmamos que el sitio de la ejecución debió ser en un descampado, extramuros, siempre lejos de la ciudad y en un lugar yermo".

      José María Álvarez Martínez sostiene que Eulalia fue martirizada en un lugar público y a la vista de todos, supongo que por su carácter ejemplarizante, aunque reconoce que sobre el lugar del martirio nada dice la Vida de los Padres Emeritenses ni las Visitas de la Orden de Santiago ni otras fuentes.

Hornito de Santa Eulalia, Pablo de la Riestra - CCMM

     La nieve, sin embargo, es un fenómeno atmosférico raro en estas latitudes, pero se repite en representaciones, como el presente cuadro y en numerosas composiciones literarias.

      Los citados anteriormente Ferrero y Marañón, dicen respectivamente: "Beso la nieve y la niebla que cubrió tu cuerpo deshecho" y "su desnudo cuerpo, piadosa la nieve lo cubrió".

      Federico García Lorca lo repite una y otra vez en su poema "Olalla". En definitiva, la tradición se apoya  en la niebla y en una copiosa nevada para preservar su desnudo y el pudor de la niña, cuya sola exhibición de su incipiente cuerpo de mujer debió mortificarla cruelmente.

    De su muerte, sin embargo, todos coinciden en el fuego, aunque unos consideran que fue incinerada en un horno y otros que quemada con antorchas.

 Study for Saint Eulalia, John W. Waterhouse, c.1885 - Tate Gallery

     Yo, por mi parte, prefiero la de Don Cesar Lozano, que cuenta en su amoroso trecenario, que editó en el año de 1933 con motivo de sus bodas de plata como sacerdote, y que en su Decimotercero y último martirio dice: "Triunfó últimamente en éste, en el que fue colgando su mortificado cuerpo del ecúleo, rodeado de hachas de vivas llamas de fuego, donde expiró, volando su susodicha alma al cielo en figura de blanca y hermosísima paloma."

    Para terminar hablaremos brevemente del pintor autor del cuadro que ha motivado estas reflexiones, del cual se conoce ciertamente poco de él. Hijo de un pintor que se dedicaba a copiar obras de grandes maestros, nació en Roma de forma accidental, perteneciente a la escuela inglesa y al movimiento simbolista, fue académico de la Royal Academy en 1885 y obtuvo la Medalla de Plata en la Exposición Universal de París en 1889.

     Sus obras se encuentran en muchos museos ingleses y en su área de influencia cultural (Leeds, Liverpool, Melbourne, Sidney y Londres).

 
 John William Waterhouse en su estudio

     Seguramente sintió deseos de pintar el cuadro que nos ha ocupado, por influencia de la historia que conoció en Roma sobre la niña mártir, que, cómo nos recordaba D. Heliodoro Almeida, la tienen como patrona en trescientras trece parroquias de España y setenta en Portugal, llevando ochenta y dos pueblos su nombre.
     Murió en Londres un 10 de febrero de 1917 y no quedó su obra para la posteridad.

PEDRO PABLO SERRANO

1 comentario:

  1. Pedro, muy interesante... conocer algo más de nuestra " Santita" y que a la vez la conoscan fuera. No fuera malo que la Historia del Peregrinar a Mérida por ella, como fue en aquellos siglos, ocurriera ahora en decrimento de Santiago...

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